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¿Acaso Dios?

Últimamente he estado pensando en mi vago y sin sentido dicho “¿Quién soy yo para negarle amor al mundo?” Debido a variadas opiniones al respecto, he estado analizando que tan bueno sería el dicho para aplicarlo a la vida, más allá de un hombre.

La frase es simple y concreta, la he utilizado para burlarme de las diversas condiciones en la que me he encontrado y me la paso gritándole a mis compañeros que quién soy para negar amor… Claro, todos lo tomamos de una sola manera y no es precisamente a la que me voy a referir.

Pero brindarle amor al mundo va más allá de un par de besos, copas y cuerpos rozándose, sin ánimo de tumbar mi propia filosofía y a manera bastante personal podría decir que le brindo un poquito de amor al mundo cada día, al mundo en general.

Brindarle amor al mundo está en sonreír cuando es necesario, explotar de emoción cuando veo al sol brillar por la ventana, hacer reír a la gente (así sea con obscenidades, felicidad es felicidad). Brindar amor es ayudar a la persona que lo necesita, es sonreír a quien te sonríe y es intentar en lo posible tener buena energía para todos. Brindar amor es recordar que hay alguien al que una pelota que alumbra lo haría feliz y regalársela; brindarle amor al mundo es ver lo bonito que tiene la gente en su interior y hacérselo ver.

No estoy muy segura si dejaré de lado las mil maneras de brindarle amor al mundo, y aunque este escrito suena a polvo de cajón (y a polvo del otro), no puedo negar mi naturaleza, ni la sensible ni la otra. Creo que seguiré gritándole a mis amigos, posibles victimas y demás la frase.

¿Quién soy para negarle amor al mundo? ¿Acaso Dios?

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Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri