Hoy no tengo ganas de pensar. Veo como pasa la gente por la ciudad desde una ventana que señala al cielo, como si allí fuéramos a buscar alguna salvación. Se encuentra la señora del frente con el jovencito que muy bien le lidia sus deseosos achaques de su no tan avanzada edad. En el Transmilenio la gente se empuja por entrar y terminan escupiéndose hacia el vehículo que casi le arranca el morral a más de uno. Los carros pasan sin dejar marca alguna ¿le pasará eso a quienes van en su interior? Hoy no tengo ganas de pensar, insisto, lo cual es malo, pues mi labor es pensar. Aunque no tengo la intención de hacerlo, quisiera perderme detrás de algún muro para no dejarme ver de nadie y respirar lo bonito de la tranquilidad. Pero no tengo ganas de pensar, ni en mí ni en nada. No quiero leer los periódicos y las opiniones que tanto me gustan, no quiero saturarme con la actualidad de mi país, con su gobierno y oposición, con sus trampas y mentiras; no quise mirar lo que me alimenta creat
Desde el inicio de los tiempos, hasta estos tiempos con mucho que escribir.