Para morirse no hace falta sino estar vivo. Eso dice mi papá. Para enamorarse no hace falta sino ser bestia… Porque hay que ser bien bestia para enamorarse de alguien que se apareció de repente en tu vida, así sin pedir permiso. El corazón se vuelve una mezcolanza de sonrisas idiotas… luego uno va a ver que el idiota, en efecto, es uno. El problema realmente es que uno no se siente tan idiota sino hasta cuando ya toda la tempestad de emociones ha terminado, cuando ya ve pasar en la mente imágenes que harían sonrojar a cualquiera, o eso cree uno. Y en los momentos más felices de la relación están las lagrimas de la despedida… ahí es cuando empieza a nacer el dolor, cuando empezamos sin darnos cuenta a germinar y sembrar las primeras raíces de las, al parecer, interminables lágrimas, las eternas canciones y los olores que por alguna razón empiezan a perseguirlo a uno por donde vaya… No sean bestias, el amor es perjudicial para la salud… aunque el cigarrillo es igual y ahí me tienen fumán
Desde el inicio de los tiempos, hasta estos tiempos con mucho que escribir.