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Mostrando las entradas de marzo, 2009

Para enamorarse no hace falta sino ser bestia

Para morirse no hace falta sino estar vivo. Eso dice mi papá. Para enamorarse no hace falta sino ser bestia… Porque hay que ser bien bestia para enamorarse de alguien que se apareció de repente en tu vida, así sin pedir permiso. El corazón se vuelve una mezcolanza de sonrisas idiotas… luego uno va a ver que el idiota, en efecto, es uno. El problema realmente es que uno no se siente tan idiota sino hasta cuando ya toda la tempestad de emociones ha terminado, cuando ya ve pasar en la mente imágenes que harían sonrojar a cualquiera, o eso cree uno. Y en los momentos más felices de la relación están las lagrimas de la despedida… ahí es cuando empieza a nacer el dolor, cuando empezamos sin darnos cuenta a germinar y sembrar las primeras raíces de las, al parecer, interminables lágrimas, las eternas canciones y los olores que por alguna razón empiezan a perseguirlo a uno por donde vaya… No sean bestias, el amor es perjudicial para la salud… aunque el cigarrillo es igual y ahí me tienen fumán

Soy del común

No me había fijado que estaba cansada de los intelectualoides que citan en sus frases a por lo menos 5 escritores, 4 obras y 3 frases célebres. Me di cuenta hasta el día de hoy. Esos seres con un aire interesante de misterio que se ocultan en su fachada bohemia y que lo único que saben hacer es caminar con estilo dejando atrás el humo del cigarrillo que llevan característicamente en sus escuálidas manos. Es bien sabido por estos personajes que de alguna manera llaman la atención… Nunca nadie sabe por qué. Me cansé de escucharlos, de verlos, de tratar con ellos. De querer hacer gala de sus conocimientos frente a la gente del común pues se sienten superiores al saberse de memoria grandes obras de reconocidos autores… Como si eso los hiciera en algo sociables o por lo menos realmente interesantes. No lo crítico, me parecen muy interesantes aquellas bibliotecas narcisistas andantes, pero no dejo de pensar que más allá de un simple apego por el intelectualismo (mal llamado) cultural,