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Para enamorarse no hace falta sino ser bestia

Para morirse no hace falta sino estar vivo.

Eso dice mi papá.

Para enamorarse no hace falta sino ser bestia…

Porque hay que ser bien bestia para enamorarse de alguien que se apareció de repente en tu vida, así sin pedir permiso.

El corazón se vuelve una mezcolanza de sonrisas idiotas… luego uno va a ver que el idiota, en efecto, es uno.

El problema realmente es que uno no se siente tan idiota sino hasta cuando ya toda la tempestad de emociones ha terminado, cuando ya ve pasar en la mente imágenes que harían sonrojar a cualquiera, o eso cree uno.

Y en los momentos más felices de la relación están las lagrimas de la despedida… ahí es cuando empieza a nacer el dolor, cuando empezamos sin darnos cuenta a germinar y sembrar las primeras raíces de las, al parecer, interminables lágrimas, las eternas canciones y los olores que por alguna razón empiezan a perseguirlo a uno por donde vaya… No sean bestias, el amor es perjudicial para la salud… aunque el cigarrillo es igual y ahí me tienen fumándome un Lucky Strike.

Lo acepto, soy bien bestia y bien idiota porque a pesar de todos los golpes no he aprendido lo que alguna vez Benedetti escribió:

“Después del amor,
Después de la plenitud,
Llega la soledad”

Comentarios

DavidGraph dijo…
Bueno y que más da, hay quienes afirman que la vida es una súbita tormenta y otros que la perciben como un mar tedioso, al final, a que responde como sea, todos terminando siendo bestias o incorregibles sabios inteligentísimos e insensibles, acribilllando al pobre de Benedetti

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri