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Soy del común


No me había fijado que estaba cansada de los intelectualoides que citan en sus frases a por lo menos 5 escritores, 4 obras y 3 frases célebres. Me di cuenta hasta el día de hoy.
Esos seres con un aire interesante de misterio que se ocultan en su fachada bohemia y que lo único que saben hacer es caminar con estilo dejando atrás el humo del cigarrillo que llevan característicamente en sus escuálidas manos. Es bien sabido por estos personajes que de alguna manera llaman la atención… Nunca nadie sabe por qué.

Me cansé de escucharlos, de verlos, de tratar con ellos. De querer hacer gala de sus conocimientos frente a la gente del común pues se sienten superiores al saberse de memoria grandes obras de reconocidos autores… Como si eso los hiciera en algo sociables o por lo menos realmente interesantes.

No lo crítico, me parecen muy interesantes aquellas bibliotecas narcisistas andantes, pero no dejo de pensar que más allá de un simple apego por el intelectualismo (mal llamado) cultural, creo fielmente que debajo de toda esa palabrería se esconden seres solitarios, que se esconden tras un velo de repulsión por la sociedad que ellos llaman “común”. Curioso, para ser sincera, que nos llamen de esa forma, pues me he estrellado con más de un personaje que acude a esta palabra para referirse a nosotros, los terrenales, los que reímos por banalidades, los que disfrutamos de la gente y de los ambientes, los que nos tomamos una cerveza sin necesidad de estar acudiendo a diferentes autores para sentirnos inteligentes.

Seres superiores que han llegado a nuestro planeta con algún vestigio de inseguridad en sus infancias, permítanme decirles abiertamente: No lo creerán, pero no me parecen interesantes al reflejar su propia vida en un libro, al comparar sus experiencias con las de un autor o al dejarse llevar por otros de su especie. No me agrada que me hablen como si no supiera de qué hablan, pero me encanta burlarme cuando creen que saben más que cualquier ser humano del planeta.

A mi me gusta leer. Y mucho, yo disfruto las letras que me llevan a diferentes historias y me he deprimido alguna vez leyendo las tristes historias que me hacen revivir alguna experiencia, pero jamás podría citar a un autor para reflejar mi propia vida, bien podría citar frases de Gonzalo Arango, J. Mario Árbelaez, Andrés Caicedo o alguno de los poetas malditos, pero prefiero no hacerlo, prefiero quedarme acá sentada y escribir alguna frase de esas que parecen, como diríamos los del común normalmente, pajazos mentales. Prefiero disfrutar un libro en su esencia y no aprovecharme de esa esencia para hacerla mía.

Así que mis queridos intelectualoides yo estaré para escucharles, para tomar sus buenas energías, pero jamás creeré en sus palabras basadas en el último autor que los cautivó; puedo perfectamente aceptar que me asombraré de sus letrados cerebros, pero no les haré nunca ninguna pleitesía por no saber de cuál libro están hablando.

Soy del común y tranquila de serlo.

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Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri