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Escóndete

No te dejes ver.
Juguemos a que yo no te veía como te veo en este mismo instante.
En el mejor escondite lejos de mí.
No te dejes ver, no me dejes verte, escóndete pero sólo de mí.
No me dejes ver todo lo bonito que tienes.
Ni lo bien que te ves a veces.
Dale, escóndete y permíteme no soñarte más, permíteme que esos pensamientos se vayan lejos de mi mente.
Escóndete y no me dejes ir hacia ti, cuando me acerque mucho, corre a tu escondite y oculta todo esa magia que llevas sin saber.
Estoy jugando solita a esconderte y tú me dejas verte.
Escóndete lejitos, bien lejitos.
Juguemos a que yo no te encontraba.
¿O mejor a que te encuentro?
¿O me estoy imaginando este juego?

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Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri