Voy a escribir en serio.
Siempre escribo en serio, pero esta vez voy a escribir en serio, de veritas, de un apartado de mi vida que me hizo reflexionar aún más sobre uno de los temas más controversionales con mis contemporáneos.
Tal vez no les interesa, pero contraeré nupcias en un tiempo. No ahondaré mucho en ese tema porque todos tenemos variadas opiniones con respecto al compromiso, al matrimonio, al amarrarse y al "Felices para siempre" pero necesitan saber esto para entender el interrogante.
Resulta que le conté esto a "Un(a) personaje" que conozco desde hace muy poco. Al haber expuesto mis planes, alguien secundó "Uy, nos estamos quedando atrás", a lo que el(la) personaje terció "No, yo tengo más y mejores aspiraciones en la vida"... Ok, es respetable pero ahí es que surge mi duda: ¿Por qué casarse es un freno en la vida y las experiencias de la misma?.
Lo admito, hace un tiempo atrás yo creía que no me iba a casar jamás de los jamases (primero porque no creia en el matrimonio como institución y segundo porque tampoco tenía con quién crear dicha institución). Pensaba que yo nunca iba a ser una mujer que llevara un anillo en su dedo lunar y mucho menos a permitir que en mi vida entrara un hombre, sin cláusula de permanencia. No señor, eso no era para mi.
Hasta que conocí a alguien que me hizo creer en todas esas cursilerías y por el cual entendí el matrimonio no como institución, sino como celebración. Si bien lo que más necesitamos es un papel que diga que nuestra unión está amparada por la ley (porque por la iglesia ni de fundas), también vi que esta unión un tanto simbólica era una de las mejores formas de compartirla y celebrarla con quienes más queremos.
Y mientras más pensaba en la crítica que me habían hecho por "no tener más aspiraciones", más creía en las miles de aspiraciones que me quedan y las muchas metas que tengo por cumplir. Y no por él, sino por mi... Ahora todo será mucho mejor porque mi esposo, amigo, cómplice y compañero permanente va a estar apoyándome. Además, ahora tengo más aspiraciones y metas porque están las propias y las que debemos alcanzar juntos, como pareja; sin contar las de él, que voy a apoyar y a aplaudir.
No creo que por casarme dejo de ser yo, ni él deja de ser él (tan único, por cierto). No creo que debo dejar de vivir mi vida, ni él dejar la suya atrás. Ni que le estuviéramos vendiendo el alma al diablo, como pensarán algunos. Lo que sí creo es que se dejan atrás todas estas etiquetas y juzgamientos al encontrar a la persona que le queda a uno como anillo al dedo.
La felicidad puede ser doble y compartida, no por casarse uno debe dejar de ser independiente, creo que es la unión de dos mundos para crear un universo. Y el universo es gigante como para ser dependiente.
Siempre escribo en serio, pero esta vez voy a escribir en serio, de veritas, de un apartado de mi vida que me hizo reflexionar aún más sobre uno de los temas más controversionales con mis contemporáneos.
Tal vez no les interesa, pero contraeré nupcias en un tiempo. No ahondaré mucho en ese tema porque todos tenemos variadas opiniones con respecto al compromiso, al matrimonio, al amarrarse y al "Felices para siempre" pero necesitan saber esto para entender el interrogante.
Resulta que le conté esto a "Un(a) personaje" que conozco desde hace muy poco. Al haber expuesto mis planes, alguien secundó "Uy, nos estamos quedando atrás", a lo que el(la) personaje terció "No, yo tengo más y mejores aspiraciones en la vida"... Ok, es respetable pero ahí es que surge mi duda: ¿Por qué casarse es un freno en la vida y las experiencias de la misma?.
Lo admito, hace un tiempo atrás yo creía que no me iba a casar jamás de los jamases (primero porque no creia en el matrimonio como institución y segundo porque tampoco tenía con quién crear dicha institución). Pensaba que yo nunca iba a ser una mujer que llevara un anillo en su dedo lunar y mucho menos a permitir que en mi vida entrara un hombre, sin cláusula de permanencia. No señor, eso no era para mi.
Hasta que conocí a alguien que me hizo creer en todas esas cursilerías y por el cual entendí el matrimonio no como institución, sino como celebración. Si bien lo que más necesitamos es un papel que diga que nuestra unión está amparada por la ley (porque por la iglesia ni de fundas), también vi que esta unión un tanto simbólica era una de las mejores formas de compartirla y celebrarla con quienes más queremos.
Y mientras más pensaba en la crítica que me habían hecho por "no tener más aspiraciones", más creía en las miles de aspiraciones que me quedan y las muchas metas que tengo por cumplir. Y no por él, sino por mi... Ahora todo será mucho mejor porque mi esposo, amigo, cómplice y compañero permanente va a estar apoyándome. Además, ahora tengo más aspiraciones y metas porque están las propias y las que debemos alcanzar juntos, como pareja; sin contar las de él, que voy a apoyar y a aplaudir.
No creo que por casarme dejo de ser yo, ni él deja de ser él (tan único, por cierto). No creo que debo dejar de vivir mi vida, ni él dejar la suya atrás. Ni que le estuviéramos vendiendo el alma al diablo, como pensarán algunos. Lo que sí creo es que se dejan atrás todas estas etiquetas y juzgamientos al encontrar a la persona que le queda a uno como anillo al dedo.
La felicidad puede ser doble y compartida, no por casarse uno debe dejar de ser independiente, creo que es la unión de dos mundos para crear un universo. Y el universo es gigante como para ser dependiente.
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