El temor más grande no era hacia ella, era hacia mis locos impulsos, no resistía la tentación de tenerla tan cerca y yo cada vez la alejaba más. Eran tantas las veces que la tuve tan cerca y yo inmóvil, con ganas de hablarle pero son ímpetu alguno. Era difícil la situación sabiendo que el entorno no ayudaba a lo que sentíamos.
¿Sería un capricho de una señorita de letras? Repetidas veces su respuesta era no, repetidas veces sólo atinaba a decirme que no confiaba en ella misma cuando me tenía cerca. Siempre en las noches frías de mi hermosa ciudad añoraba la presencia solitaria de la damita andante que recorría conmigo las calles sin protesta alguna, así que decidí frenarlo todo, frenar esos impulsos, más los de ella que los míos.
Cuando pensaba que tenía todo bajo control ella se metía con fuerza en mi alma, no permitía esa distancia, yo luchaba por alejarla y ella por acercarme, era una guerra estúpida como todas las de este mundo. En un momento me encontré envuelto en uno de sus cuentos, era el personaje principal de una fábula colorida donde me tenía encerrado en su olvidado corazón…
No fue fácil salir de ahí, de hecho aún me pregunto si la señorita de letras le puso fin a esa historia liberándome a los demonios que se cruzan por mi camino, inventados también por ella.
Aún me pregunto si alguna vez quise ser liberado.
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