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QUÉ BUENA NOCHE

Estaba sentada ahí en el marco de tu puerta como una idiota echando humo y viendo como la tristeza expiraba de mi piel. No entendía qué quería escuchar, ni si quería escuchar lo que tuvieras que decir.

Todo era surreal, la noche parecía sacada de algún cuadro de Dhali. Una estúpida sensación de ausencia me carcomía el alma como si yo tuviera la culpa de lo sucedido. Sí, la tuve, la curiosidad me llevó a hacer cosas que un día antes me hubieran parecido realmente inverosímiles. Descubriendo secretos y verdades inventadas, y las mentiras que te creí retumbaban en mi cabeza.

Nada era lo de antes, tú eras distinto y yo me la pasaba encerrada en una jaula de ladrillitos. Por eso no era igual, la señorita andariega que andaragiaba contigo ahora tenía por andaragiar las escaleras de un castillito urbano, y tu querías andaragiar sin tu compañera de lucha, veías a más compañeras efímeras a tu alcance, era más fácil hacer eso que venir al castillito.

El recuerdo latente de una relación especial me tenía mas desesperada aún y venía un cigarrillo tras otro, tras otro, tras otro... Mierda, se acababan, así que tenía que levantarme del marco de tu puerta para poder conseguir más, y así pasaba la noche, uno tras otro cigarrillo, uno tras otro pensamiento absurdo de esos que pasan caminando por los sentidos cuando uno se pone romántico y no piensa racionalmente. Y ahí llegaba la sonrisa de idiota cuando esos recuerdos se le toman a uno el alma entera.

No me levantaba, no quería despegarme del marco de tu puerta, a menos, por supuesto, que los Marlboro (poco se consigue el Golpe de Suerte) se acabaran. Pero, terca como soy, seguía inmersa en los pensamientos de todo lo sucedido... Lo curioso es que justo, justo, las noches que esperaba junto al marco de tu puerta, decidías correr a los brazos del bacanal. Allá lejos de donde pueda alcanzarte, haciendo risitas falsas y sueños ficticios, tomando de tu botella o la que haya por ahí, o la que tal vez amablemente algún ser efímero de tu vida te brinde con gusto.

Acá estoy en otra noche, justo justo, cuando debes salir, corriendo a besar otros labios, a cumplir con el sagrado sacrificio para Bacco. Sé perfectamente que será otra noche en vela, en el marco de tu puerta, esperando que llegues o que abras, pero seré feliz en esta noche sureal e inconclusa recordando lo bueno que nos pasó, lo malo que hemos superado y las cosas que en este momento hacen que como estrellitas fugaces salgan lágrimas de mi rostro... ¡¡¡Qué buena noche!!!

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri