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Prefiero La Mentira

Yo quería que me dijera todas las estupideces que a las mujeres nos agrada escuchar, aunque no me gusta escucharlas de otra persona, quería escucharlas de él. Pero él sólo atinaba a mirarme y a dejarme con la ilusión por el piso. Por dentro esperaba que me dijera que me quería sólo a mí, que no podría vivir sin mí y que soy yo la única que lo hacía sonreír. Esperaba inútilmente una promesa de amor eterno, una frase de esas que haría sonrojar al mismo Neruda, pero no, él nunca lo diría. Maldita la hora en que se me salió, en pleno silencio post-sexual, un imponente “Te quiero”. Se quedó mirándome con cara de sorpresa y yo mirándolo con cara de bestia (¿qué otra cara podría tener luego de semejante bestialidad?). Ahí se vino el silencio incomodo, ese del que todo el mundo se queja, ese que hace sonrojar a cualquiera, ese del que ni el mas hablador se salva.

-¿Por qué quieres que te mienta?- Me preguntó finalmente, aunque con esa pregunta, prefería el silencio.
- No sé, a veces es bueno hacer sentir bien a la gente- Le respondí
-¿A base de mentiras?-
- Sólo tenías que mentirme una vez- Le dije empezando a vestirme.
-No, no te voy a mentir, suficiente con tener que inventar una mentira cada vez que estoy contigo. Me tengo que ir, Laura me está esperando- Me dijo terminando de vestirse.
- ¡Ah, claro! Para ella sí hay mentiras que la hagan feliz-
- No, para ella hay verdades inventadas, para ti sólo estoy yo, con toda mi mentira al descubierto-

Sonreí feliz, finalmente podía darme por bien servida.

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri