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Nuevo Mensaje

No era una fresca mañana de abril, ni mucho menos. Además en esta ciudad no existen las frescas mañanas de abril, lo que existe es la frase de mamá “póngase algo fresco, eso si no deje la sombrilla ni la chaqueta porque no se sabe si llueva o sólo haga frío”. El hecho es que era una mañana, sin frío y sin sol, sin gloria ni pena, la que llegaba para avisarme que era de día y que una vez más, el insomnio hacia parte de mi historia del día inmediatamente anterior. No me quejo, él y yo ya hicimos un pacto de amores, así que cuando le soy infiel con el sueño, él me perdona.


Me levantaba yo, con la mente fija en una sola cosa: Mi tinto de la mañana. No hay nada mejor para mí que el exquisito sabor del café mañanero, el primero, el único, el que se compara con el primer orgasmo. Ese, ese tinto.


Y bueno, cosas más, cosas menos, llegué a mi destino, esa mañana, donde me lo encontré sentadito en el pasto, esperándome y hasta pensándome. Lo miré como si nada, aunque él esperaba respuestas, yo no quería preguntas.


-¿Qué pasó?- Le pregunté con la más tierna y cruel de las miradas.

-Eso te digo, ¿qué pasó?-


No entendía, yo juraba que habíamos pactado no enamorarnos, sino basarnos en la dulce relación pasional que yo creía perfecta para él. Por eso yo no quise quererlo, ni tenía entre mis planes quererlo, ni lo pensaba. Yo encaminé mis esfuerzos a solamente desearlo.


-Todo el fin de semana desaparecida, ¿qué pasó?-

-Nada, sólo me desaparecí, sólo dos días sola- Le respondí evadiendo su mirada, no sería justo que con lo bonito que se veía se le opacara el brillo de sus ojos.

-Claro, sola… ¿Sola?- Insistió


Hice memoria. No estaba sola, era una gran mentira, siempre me zambullo en esas mentiras para no herir, aunque siempre sospeché que a él jamás podría herirlo.


-Sí, sola-

-Que mal, yo no estuve solo, vinieron a visitarme y le hice el amor con toda la fuerza del cuerpo-


Debo aceptar que eso dolió, y mucho. No sé si a ella al sentirse penetrada con toda la fuerza del cuerpo le dolió, pero a mí me dolió bien adentro, con toda la fuerza de su rencor.


-Ni modos, mejor que te dejé solo-

-No, yo no quería estarlo, no debiste dejarme, no debiste esconderte en tus pensamientos oscuros de noches en vela, no debiste dejar que mis llamadas pasaran por tu corazón sin responderme. No debiste dejarme hacerlo-

-Libre albedrío querido, libre albedrío- Le dije mientras sacaba un cigarrillo, luego de prenderlo musité: - Si no hubieras querido no lo hubieras hecho-


Le dio risa, esa risa que me encantaba sacarle cada vez que nos veíamos, esa risa característica de su escuálido ser, esa que escuchaba siempre que acabábamos al tiempo.


-¿A quién crees que le hice el amor?- Me dijo sonriendo victorioso

-No sé, ni quiero saberlo, sólo espero que lo hayas disfrutado-

-No debiste dejarme hacerlo- Insistió


Me levanté y me fui, lo deje hablando solo, porque siempre la hace, se queda hablando solo todo el tiempo. Caminé y me di cuenta que no estaba simplemente deseándolo, que no estaba sencillamente en una relación clandestina y pasional, de esas que tanto disfruto, estaba metiéndome más allá, añorando su presencia, impacientándome por verlo y sonriendo cuando llega. Que no estaba jugando con él, que estaba jugando conmigo misma. Maldita sea, tenia que sonar el celular… Un mensaje, al abrir la complicada carpetita de mensajes, me encontré con la respuesta que no buscaba:


Nuevo mensaje:

Le hice el amor a la soledad con toda la fuerza de mi

cuerpo porque no te tengo. No debiste dejarme hacerlo,

No debiste dejar que me enamorara de ti.

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri