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Un secretito

Yo esperaba ese secreto que no quería despertar,
pero tampoco se dejaba morir.

Movía la cabeza esperando que llegara
y bailaba y me reía en secreto, nadie podía saber.

Me sonrojaba cuando lo pensaba
y ansiaba que llegara.

Esperaba y esperaba,
pensaba en todo lo que podría hacer con ese secretito.

Yo quería dejarlo en secreto
esconderlo bien lejos y que fuera sólo de dos.

Yo quería que nadie lo viera
me puse celosa y lo quería esconder debajo de la cama,
que fuera sólo de dos.

Pero nada que llegaba aquel secretito,
entonces me lo guardé para mi solita,
nadie lo sabe, ni lo sabrá
y sonreiré hasta que algún día,
por fin pueda ser un secreto de dos,
nuestro secretito.

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Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri