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Lo que me queda

La ciudad quedará un poco vacía. Me quedaré mirando como pasan los aviones en el cielo, Y esperaré que la luna sea quien me ayude a conciliar el sueño O tal vez también renuncie a dormir, como bien sabes, no es difícil. Pasaré por alto el recuerdo de tenerte, pero marcaré tu sonrisa en mis letras. Y el brillo de tus ojos lo buscaré en lo que brille en el piso.
No dejaré que la melancolía carcoma mi alma, prefiero caer profundamente dormida, esperando verte entrar por la puerta del sol. No creo recordar tu olor… pero sé que lo buscaré entre la gente. Poco probable sería pedir un nuevo masaje. Tal vez pueda solicitarlo a la distancia que me agobia.
También me quedaré con alguna esperanza insulsa de tenerte otra vez a mi lado. Me abrazaré bien fuerte a la almohada para no sentir tu ausencia. Y nunca más pisaré los pasos ya andados. No habrá forma alguna de retenerte en mi mente, pero bien podría secuestrarte cuando la soledad no quiera acompañarme en esta triste despedida. En mi mente, te tendré dibujado como la última vez que te vi, aunque sé que la próxima vez que te vea, me será difícil reconocerte de tanto anidar tu imagen.
Tus palabras no sé cómo reemplazarlas, o las interminables horas de los dos, no sé cómo llegar a ese lugar sin mirar constantemente la esquina por donde siempre aparecías… Te diré con voz tranquilizante que todo anda bien, las cosas evolucionando, y yo aquí sentada.
¿Y si no te fueras? ¿Y si renunciaras a los sueños que creaste para ti? No. Eso jamás… no lo hagas nunca, no podrías renunciar a ti mismo… Tal vez yo lo haga, renuncie a esta realidad sin ti sólo para reencontrarme contigo en algún pasaje de las vidas pasadas. O tal vez, recoja mis letras y le diga en secreto a las estrellas que las lleven hacia ti… y así la soledad de esta alma se quedará celosa y yo, entre ojos y humo de cigarrillo, me reiré de toda esta odisea… en la que siempre terminaré suicidando la verdad, sólo para no sentirla.

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri