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Excusas

No pude aguantar la risa, verlo ahí tan asustado…
Y tan fuerte que siempre se había mostrado.
En el momento menos indicado se volvió un manojo de nervios, temblaba su cuerpo apenas. Y yo acalorada, a medio vestir, tumbada en la cama mirándolo como si fuera gracioso, sí lo era, aunque también resultó ser frustrante, tanto esperar a la soledad de la intimidad para que lo invada el miedo escénico, pero no entendí por qué.
Me le acerqué por la espalda, le rocé la nuca suavecito con mis labios y respiró profundo, lo abrace aún sentada tras él y me tomo las manos, yo estaba emocionada nuevamente, le besaba el cuello pero él sólo se retiraba hasta que se levantó bruscamente.
Ahí ya no supe qué hacer, estaba desconcertada completamente, no entendía lo que sucedía… no entendí qué pasó, así que opté por el ritual sagrado de la partida, comencé a vestirme, despacio por si me detenía… pero sólo me miraba, no hacía mas sino mirarme, así que decidí dejar de ponerme el pantalón, lo dejé justo a la altura de las rodillas y me senté. Lo enfrenté, le pregunté directamente qué carajos le pasaba.
-No sé… los nervios me traicionaron.
¡¿Qué?!
Pensé yo cruelmente, pero igual seguía sin entender, creo que se dio cuenta de mi incógnita porque empezó con la sarta de excusas vacías, y yo seguía sin entenderle
-No eres tu, soy yo, no sé qué pasó, me sentí raro, de pronto vamos muy rápido.
¡Noooo!
¡¿Cómo me decía eso?!
No lo pensaba yo y ¡¡sí venía a pensarlo él!!...
Pero para un hombre el cuerpo de una mujer resulta siendo un fetiche, un templo a la adoración, un idóneo para la pasión. Es la perfección de la naturaleza reunida toda en un solo ser, y ese ser resulté siendo yo en el perfecto momento.
Ahí cayó, rimbombante a mis caderas, deseoso a mis labios… la unión perfecta de una desnuda y pasional naturaleza.

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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí. Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba. En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí. En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos. Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla” Su verdadero nombre Soledad. Su profesión, Prostituta. Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde. Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas bri