Cuento para el Primer Concurso de Cuento Corto SoHo.com.co (comunidades), no gané ni quedé en el ranking, pero bueno.
Tal cual como la mujer y el amor, el fútbol y el balón… y lo escribe una mujer. Usted llega muy propio a la cancha, calienta, hace el trotadito ese en el mismo lugar (aún no entiendo para qué trotan en el mismo lugar si es más divertido moverse, pero bueno), pega un brinco, gira el tronco, toca el césped y hágale mijo a correr.
Entonces, de manera muy propia también llegan sus contrincantes, hacen el mismo ejercicio y empieza el chico. El balón lo tienen los contrincantes, y empieza a rodar por la cancha, se escuchan los famosos dichos de los hombres cuando están jugando y su equipo no ha tocado el balón. Empiezan a subirse los ánimos, usted llega y de manera muy habilidosa logra robarse el balón, pasa corriendo la cancha y se siente como si fuera Cristiano Ronaldo en plena Premier League. Escucha en la voz del “tigre” un estruendoso grito que le dice “Tóquela, tóquela”, usted hace caso omiso (como suelen hacer los hombres a la primera indicación), llega y ¡sas! Que le quitaron el balón, en ese momento se acaba el primer tiempo y usted no fue capaz sino de tocarla una sola vez y no pasársela a nadie más, cosa que le reprochan mientras toman y escupen agua (yo sé, no tiene sentido).
Llega el segundo tiempo y usted entra a la cancha con la misma parafernalia del trote y el brinco, pero esta vez que se cuiden los del otro equipo porque usted viene con toda. Llega les roba el balón, le hace un pase digno de cualquier mundial (de los buenos, claro está) a uno de sus compañeros, usted empieza a gritar “tóquela, tóquela”, el que la tiene la rebota al delantero, usted está cerca del arco, llega y… ¡la botó! Mucha pelota, se escucha el coro de “usshhh” de sus amigos, usted se coge la cara en señal de sufrimiento, sacude la cabeza pensando “si el man la hubiera tocado” y continúa el partido. Listo papa, hágale otra vez con la misma jugada pero al revés porque ya se la conocen, ¡esta vez vamos por el gol mi hermano! La misma vuelta, sino que esta vez usted no se roba el balón sino otro de sus habilidosos compañeros, se lo pasa al “tigre”, el “tigre” se lo pasa a Pacho (casi siempre hay uno en los partidos, si no se llama Pacho y le dicen así es porque no se saben el nombre y resultó jugando en su equipo) todos le gritan “tóquela, tóquela”, Pacho se lo pasa a usted, se han comido más de media cancha, usted corre con el balón, toquecito a Lucho, Lucho a usted y ¡Gol mi hermano! ¡La metió! Se acaba el partido, todos salen sonrientes y abrazados, la chimba de partido, qué partidazo, bueno el chico, par polas, cada quien para su casa y la promesa de verse una próxima vez.
Ahora, como el fútbol y el balón, la mujer y el amor… Usted llega muy propio al bar con su parranda de amigos, ya tiene vista a la chica que le parece súper churra, ya la había visto el viernes anterior. Calienta con un par de tragos, hacen unas miraditas coquetas, miraditas que a ella le parecen bastante incomodas y le anuncia al aquelarre que la acompaña que usted la está mirando, pero ella le hace una risita, listo pues, hágale mijo a caer.
Entonces llegan los amigos en común, muy propios también, le hacen una seña, resultan todos en la misma mesa pero uno le está haciendo risitas a ella, empieza el chico a ver quien mete el gol. La atención la tiene él que, modestia aparte, no es muy buen partido, usted es mil veces más simpático, pero es que así somos las mujeres. Usted está que se le acerca pero ella no le da el campo, se suben los tragos y usted de manera muy habilidosa logra robar la atención de la mujer con un comentario interesante (o inteligente o gracioso o póngale su mejor cualidad acá) “Tóquela, tóquela” le dice el “tigre” en un susurro pero ¡sas! El tipo la saco a bailar y grave, usted no sabe bailar. Se moja la palabra con otro trago y sus amigos le dicen que como no fue capaz.
Llega el segundo tiempo, la nena se cansó de bailar y se sentó. Usted entra en escena con otro gran comentario, ella se ríe y empiezan a hablar, de repente ella dice que quiere otro martini, usted muy caballero le dice que va por el trago mientras en su cabeza se grita “tóquela, tóquela” pero no, prefiere ir por el trago, en la mente de sus amigos se escucha un “usshhh” porque cuando llega se da cuenta que el otro la sacó a bailar otra vez, sus amigos piensan “si el man la hubiera tocado…”. Listo papa, en juego largo hay desquite. Ella se sienta nuevamente, y usted le pone una mano en el brazo, ella se ríe, le pone la mano en la pierna. Pasa la noche en “Tóquela, tóquela”, se la lleva a algún lugar (apartamento, casa o cualquier otro), toquecito allí y listo ¡Gol mi hermano! ¡La metió! A la mañana siguiente se acabó el juego, salen sonrientes y abrazados ¡qué buena noche! Cada quien a su casa y la promesa de verse una próxima vez.
Tal cual como la mujer y el amor, el fútbol y el balón… y lo escribe una mujer. Usted llega muy propio a la cancha, calienta, hace el trotadito ese en el mismo lugar (aún no entiendo para qué trotan en el mismo lugar si es más divertido moverse, pero bueno), pega un brinco, gira el tronco, toca el césped y hágale mijo a correr.
Entonces, de manera muy propia también llegan sus contrincantes, hacen el mismo ejercicio y empieza el chico. El balón lo tienen los contrincantes, y empieza a rodar por la cancha, se escuchan los famosos dichos de los hombres cuando están jugando y su equipo no ha tocado el balón. Empiezan a subirse los ánimos, usted llega y de manera muy habilidosa logra robarse el balón, pasa corriendo la cancha y se siente como si fuera Cristiano Ronaldo en plena Premier League. Escucha en la voz del “tigre” un estruendoso grito que le dice “Tóquela, tóquela”, usted hace caso omiso (como suelen hacer los hombres a la primera indicación), llega y ¡sas! Que le quitaron el balón, en ese momento se acaba el primer tiempo y usted no fue capaz sino de tocarla una sola vez y no pasársela a nadie más, cosa que le reprochan mientras toman y escupen agua (yo sé, no tiene sentido).
Llega el segundo tiempo y usted entra a la cancha con la misma parafernalia del trote y el brinco, pero esta vez que se cuiden los del otro equipo porque usted viene con toda. Llega les roba el balón, le hace un pase digno de cualquier mundial (de los buenos, claro está) a uno de sus compañeros, usted empieza a gritar “tóquela, tóquela”, el que la tiene la rebota al delantero, usted está cerca del arco, llega y… ¡la botó! Mucha pelota, se escucha el coro de “usshhh” de sus amigos, usted se coge la cara en señal de sufrimiento, sacude la cabeza pensando “si el man la hubiera tocado” y continúa el partido. Listo papa, hágale otra vez con la misma jugada pero al revés porque ya se la conocen, ¡esta vez vamos por el gol mi hermano! La misma vuelta, sino que esta vez usted no se roba el balón sino otro de sus habilidosos compañeros, se lo pasa al “tigre”, el “tigre” se lo pasa a Pacho (casi siempre hay uno en los partidos, si no se llama Pacho y le dicen así es porque no se saben el nombre y resultó jugando en su equipo) todos le gritan “tóquela, tóquela”, Pacho se lo pasa a usted, se han comido más de media cancha, usted corre con el balón, toquecito a Lucho, Lucho a usted y ¡Gol mi hermano! ¡La metió! Se acaba el partido, todos salen sonrientes y abrazados, la chimba de partido, qué partidazo, bueno el chico, par polas, cada quien para su casa y la promesa de verse una próxima vez.
Ahora, como el fútbol y el balón, la mujer y el amor… Usted llega muy propio al bar con su parranda de amigos, ya tiene vista a la chica que le parece súper churra, ya la había visto el viernes anterior. Calienta con un par de tragos, hacen unas miraditas coquetas, miraditas que a ella le parecen bastante incomodas y le anuncia al aquelarre que la acompaña que usted la está mirando, pero ella le hace una risita, listo pues, hágale mijo a caer.
Entonces llegan los amigos en común, muy propios también, le hacen una seña, resultan todos en la misma mesa pero uno le está haciendo risitas a ella, empieza el chico a ver quien mete el gol. La atención la tiene él que, modestia aparte, no es muy buen partido, usted es mil veces más simpático, pero es que así somos las mujeres. Usted está que se le acerca pero ella no le da el campo, se suben los tragos y usted de manera muy habilidosa logra robar la atención de la mujer con un comentario interesante (o inteligente o gracioso o póngale su mejor cualidad acá) “Tóquela, tóquela” le dice el “tigre” en un susurro pero ¡sas! El tipo la saco a bailar y grave, usted no sabe bailar. Se moja la palabra con otro trago y sus amigos le dicen que como no fue capaz.
Llega el segundo tiempo, la nena se cansó de bailar y se sentó. Usted entra en escena con otro gran comentario, ella se ríe y empiezan a hablar, de repente ella dice que quiere otro martini, usted muy caballero le dice que va por el trago mientras en su cabeza se grita “tóquela, tóquela” pero no, prefiere ir por el trago, en la mente de sus amigos se escucha un “usshhh” porque cuando llega se da cuenta que el otro la sacó a bailar otra vez, sus amigos piensan “si el man la hubiera tocado…”. Listo papa, en juego largo hay desquite. Ella se sienta nuevamente, y usted le pone una mano en el brazo, ella se ríe, le pone la mano en la pierna. Pasa la noche en “Tóquela, tóquela”, se la lleva a algún lugar (apartamento, casa o cualquier otro), toquecito allí y listo ¡Gol mi hermano! ¡La metió! A la mañana siguiente se acabó el juego, salen sonrientes y abrazados ¡qué buena noche! Cada quien a su casa y la promesa de verse una próxima vez.
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