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Brilha

Y la miraba callado como si algún día fuera a entender que el cuerpo de mujer que me envolvía no era realmente para mí.

Enamorado así estaba yo, desde el día que la vi, desde que me miró y sentí el olor barato de algún frasco de plástico, porque para vidrio nunca le alcanzaba.

En la oscuridad, así no mas estaba ella casi desnuda contoneándose y no para mí.

En medio de luces de colores que no dejaban de admirarla, sí, tenía luz propia, pero nunca lo supo, sólo sabía que los ojos que la miraban en ese momento lo hacían ebrios pero deseosos.

Curioso. Ese era el mundo de Brilha, “es portugués” me decía orgullosa, “significa brilla”

Su verdadero nombre Soledad.

Su profesión, Prostituta.

Su origen, algún barrio de esos en los que la esperanza es lo primero que se pierde.

Su mundo giraba en torno a sonrisas y besos vendidos, se veía su hermosa cara en medio de esas mujeres ofreciendo menos que amor por algo de dinero, estaba ella ahí entre vestiditos de lentejuelas y ropas íntimas brillantes.

Soledad era casi perfecta, era una niña vestida de mujer, con su cuerpo crecido a las malas

Jamás pensé que resultaría con el corazón enredado en un prostíbulo de mala muerte, y así fue por coincidencia que la conocí, simplemente llegó y se sentó en mis piernas, con su cara de niñita jugando al maquillaje y la seducción. Fue en el mísero segundo que se sonrió sinceramente que me enamoré, ahí.

Y ya todos los días iba yo a verla y a hablarle, a mirarla como ninguno de los que allí estaban lo hacía, me contaba que las compañeras le decían que yo era un cliente raro “como nunca subimos y siempre paga todo” y se reía nuevamente, estaba convencido que a mi era al único que le sonreía así.

Y sí, llegó el momento de subir, un cuartucho feo que ella muy gentilmente había decorado para que se viera bien. Al amarla no me sentí mejor, no puedo negar que su trabajo la hacia muy hábil en la cama, pero lo que más me gustaba de ella era poder tocarla sin necesidad de que fuera su trabajo, sólo que me amara como yo lo hacia…

“Dígame Brilha, me gusta mas que Soledad, no ve que ese nombre es muy triste, en cambio el otro me hace más feliz” opté por no decirle mas que niña, y era niña deja de tratarme de usted, niña me gusta mirarte, niña deja de trabajar acá, niña termina de estudiar, niña te has convertido en mi vida, a todo lo que ella respondía con una sonrisita “ay, usted pregunta mucho, en cambio, yo nunca le pregunto nada”

Ella no me preguntaba porque no quería saber, era feliz vendiendo sus besos, sintiéndose admirada y yo era quién la amaba, jamás lo supo, jamás se enteró… dejé de acudir a ella y a su cuerpo ya tocado por miles de hombres luego de fijarme que ella a quién quería no era yo, era otro de esos tanto que la trataba cómo quería y al que ella le rendía cuentas del costo de sus besos. Nunca se enteró de qué era ser amado de verdad… y yo jamás sabré como es que te ame la persona que amas.

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